sábado, 2 de julio de 2011

Torremolinos

De vez en cuando un conjunto de palabras no consigue decir nada. Lees una vez tras otra pero te quedas con la misma sensación. En esos casos a mi me suele resultar sencillo encontrar un ejemplo para que las cosas más complejas puedan parecer sencillas.

Laura es una chica morena con ojos castaños. Tiene el pelo corto a pesar de que no le gustan sus orejas. Digamos que no es extrovertida pero necesita el contacto de otras personas para ser más feliz. Durante toda su vida en vacaciones ha viajado al pueblo de sus abuelos, Torremolinos. No es el pueblo más bonito del mundo pero para ella es especial. Guarda recuerdos en cada rincón y cuando era más pequeña en ese lugar se encontró a sí misma, conoció el significado de la amistad y empezó a entender el amor. Sabe que siempre será especial y que una parte de ella siempre formara parte de ese sitio. El año pasado Laura viajo de vacaciones a Nueva York. Era la primera vez que no visitaba el pueblo de sus abuelos y una parte de ella se sentía perdida. Por un lado deseaba disfrutar de los nuevos paisajes y sensaciones que le iba a aportar un lugar extraño pero por otro echaba de menos todas aquello que dejaba atrás. El viaje resulto ser un desastre: su vuelo se retraso, le perdieron el equipaje y ni siquiera acababa de encontrarse en una ciudad tan caótica. Este año volvía a dejar a un lado el pueblo de sus abuelos porque iba a conocer Siberia y lo cierto es que se sentía ilusionada. Una ilusión camuflada en un poco de miedo en que una vez más un nuevo lugar le volviera a dejar con un extraño sabor de boca. A veces se torturaba pensando que si nunca hubiera veraneado en Torremolinos hubiera aprendido a apreciar más cualquier otro lugar pero la realidad es que lo que gustaba no era su belleza era esa sensación tan indescriptible. Lo peor de todo es que dudaba todo el tiempo ¿Y si ese viaje hubiera salido bien? ¿Hubiera conseguido superar todos los momentos en Torremolinos?

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